Está claro, una de las primeras preguntas que me hacen es la clásica "¿Qué fue antes...?" Mi respuesta es siempre rotunda: EL HUEVO. La propia naturaleza del huevo impide que los acontecimientos se desarrollaran de cualquier otra manera que no sea la que defiendo.

Cualquier biólogo lo sabe, cualquier ingeniero lo sabe, lo sabe cualquier persona con conocimientos, por mínimos que sean, sobre estructuras, cocina, escultura o avicultura: La gallina jamás pudo haber sido antes, ya que el huevo es impenetrable. El Cascarón, compuesto por proteínas y minerales como el calcio, mantiene separados dos mundos: El mundo interior del huevo y el mundo exterior a éste. La gran diferencia entre estos dos mundos es la velocidad a la que el tiempo se mueve en cada uno de ellos. Para medir esta velocidad nos serviremos de la capacidad de cambio que cada uno tiene. En el mundo exterior los cambios se producen de manera constante pero lenta. La geografía o los astros son un buen ejemplo de ello. En cambio, el mundo interior del huevo es capaz de transformaciones mucho más rápidas. En pocos días (aproximadamente) un huevo fecundado crea una gallina, un lagarto o un dinosaurio (éste último fuera de catálogo u obsoleto desde hace 500 o 64 millones de años) Esta capacidad de transformación y creación se debe en parte a la condición viscosa y fluida de este mundo interior y en parte al misterio de la vida que algunos llaman ARTE.

Conociendo estas verdades, la lógica y la razón dictan que el cambio genético responsable de que la antigua pseudo-gallina ( o gallinácea) se convirtiera en la actual gallina sólo pudo producirse en el mundo interior, viscoso y misterioso del huevo, protegido del mundo exterior, geográfico y astronómico por su cáscara impenetrable. La primera gallina nació de un huevo puesto por una aún-no-gallina.

Nunca te acostarás sin saber algo HUEVO.